viernes, 15 de mayo de 2009

La Transitoriedad

En primer lugar, disculpar mi ausencia durante tanto tiempo. Estudios, estudios, estudios... Pero vamos al tajo.

La transitoriedad, el cambio, el principio y el final... muchas formas de explicar la transitoriedad, muchas formas de definirla, pero un mensaje claro.




La vida va fluyendo de forma continua, como una corriente de fenómenos que aparecen y desaparecen. Junto al sufrimiento (dhukkha) y el no-yo (anatta), la transitoriedad o anicca es una te las tres claves del surgimiento condicionado que Buda reveló en su Nibbana. Señaló que el dolor y la decepcion lo experimentamos si nos aferramos a aquello que no puede perdurar, a aquello que inevitablemente tiene un final. Nada escapa al tiempo, tan solo el Nibbana. Pero la transitoriedad no es mala, ya que con el cambio hay vida, crecimiento, oportunidades para lograr el despertar espiritual.

La transitoriedad guarda relación estrecha con el no-yo y con el sufrimiento. Nos dice que las personas, los seres y los objetos somos inconstantes y transitorios, que nuestros pensamientos y sufrimientos son tan efímeros como la espuma de la ola. Aunque el cambio es algo real y natural, nos negamos a ella porque el cambio suele traer dolor por la pérdida; siendo la muerte el cambio más difícil al que nos enfrentamos.

Obviamente, querido lector, pensarás que ya se sabe que la muerte es inevitable. Pero conocer la verdad es una cosa, aceptarla es otra. Un claro ejemplo es la historia de Kisa Gotami:

Su hijo murió, y no pudo aceptar su muerte. Fue buscando ayuda, hasta que un hombre piadoso le envió a Buda, diciendo que él tenía la medicina que necesitaba. El Iluminado le sugirió que fuera casa por casa pidiendo semillas de mostaza en aquellos hogares en los que no hubiera muerto nadie. El resultado fue que no encontró nadie que conociese a alguien que no hubiese muerto. Con esto, por fin pudo aceptar la muerte de su hijo, y que la verdadera inmortalidad consiste en liberarse del apego a la vida.

Pero liberarse del apego no consiste en perder el interés por las cosas, sino en aceptar que el dolor de la experiencia surge de negar la transitoriedad, atrapándonos en las vicisitudes de la vida o preocupaciones mundanas. Aceptando la transitoriedad de la vida no nos aferramos a ella, librándonos del apego y gozando de libertad para ocuparnos de ello de forma relajada.

Bajo este punto de vista la vida puede parecer fútil, pero los cambios no son negativos siempre, ya que es la esencia de la vida y resulta vital para el crecimiento interior. La vida sería fútil si no hubiera cambios, ya que no se corregirian los errores. Del mismo modo que lo que nos gusta acaba, lo mismo ocurre con lo que no nos gusta.

La pregunta es: ¿puede alguien interesarse por algo sin desarrollar algún tipo de apego?
La respuesta consiste en que cuando se comprende que nada dura para siempre, se ñpuede profundizar en la apreciación de las cosas tal como son actualmente sin depositar esperanzas en lo que podría ser mañana.

Para entender esto, supongamos que tenemos una silla que ha pertenecido a nuestra familia durante generaciones, y queremos dejarlo a nuestros herederos, por lo que no pensaríamos en disfrutarlo ahora y si se rompe no pasa nada. Ante esto deberíamos preguntarnos qué es lo que hace especial a la silla (¿las patas, los reposabrazos?). Casi seguro que pensaríamos que lo que hace a la silla especial es el hecho de que es un tesoro familiar.

Pero ¿qué es lo que hace a la silla un tesoro familiar?. Lo cierto es que lo de "tesoro familiar" es solo un concepto o una idea. Nos apegamos a la idea y a la obligación familiar; porque la silla no es mas que un objeto para sentarse. Y si nos fijamos bien, de la misma manera que la silla puede desaparecer, nuestra opinión de ella también cambia.

Ahora supongamos que la silla arde en un incendio, ¿seguiríamos sintiendo lo mismo por ella?. Lo mas probable es que no, porque consideraríamos que no es ya una silla. Aunque pensándolo bien ¿no serían las cenizas la misma silla pero con otra forma? ¿Ves, querido lector, la facilidad con la que te puedes desprender de la silla cuando ya no se ajusta al concepto de "tesoro familiar"?

La transitoriedad nos enseña que a lo que nos aferramos a una idea, y lo absurdo que es hacerlo