martes, 21 de julio de 2009

El No-Yo





















¿Yo? No existe tal cosa como el "yo". Antes de que te partas la cabeza pensando "¿Cómo va a ser eso?", dejame puntualizar antes.

La visión común, sobre todo en Occidente, es que toda persona es en esencia una personalidad que conduce una embarcación en la vida. La embarcación es el conjunto de carne, huesos músculos, cerebro etc; y el yo es el "ente" que dirige el barco. Pero el Buddha tenia una visión distinta. Aunque la visión sea anárquica, cuando se comprende da la posibilidad de una liberación muy profunda.


Ahora explicaré que es dejar la noción del "yo". Anteriormente hemos hablado de la transitoriedad y del sufrimiento como dos características que marcan la existencia. El tercer elemento que define la vida es el no-yo o anatta en pali. Todos los fenómenos, tanto animados como inanimados, carecen de un "yo" o de un alma inherente. Muchas religiones creen en un alma individual, eterna, que habita un cuerpo. El no-yo, sin embargo, significa que no existe un núcleo imperdurable e individualizador al que podamos señalar diciendo "Aquí estoy". En definitiva, no hay un alma.

Posiblemente lector, la experiencia te dice que hay alguien real que escribe éstas líneas, como que hay alguien que lo esta leyendo. Y te preguntarás que si eso no es un "yo", ¿qué es?.

El significado del no-yo no es que no haya nada que exista, ni tampoco significa que lo que perciben los sentidos no es real (no señores, no estamos en Matrix, aunque el complejo de Matrix puede parecer algo similar). Se reúnen ciertas condiciones y el resultado son los fenómenos que experimentamos. Los fenómenos existen, pero no al margen de las condiciones que lo provocan.

Menuda comida de coco, posiblemente ahora te estés preguntando qué es una persona. Para el Budismo, una persona no es una entidad fija e independiente (alma), sino una colección de componentes físicos y emntales (skandhas, que en pali significa conjunto o montón). Existen cinco elementos que conforman un ser humano. Está la forma material, el cuerpo físico: ojos, orejas, nariz, lengua, mente. De la forma surge el sentimiento, que son sensaciones que se caracterizan por ser agradables, desagradables o neutras. Después estña la percepción, que elige elementos distintos de la experiencia y da lugar a las formaciones mentales (emociones, intención). Éste es el oriden del karma, desarrollamos apego a determinados hábitos mentales y nos identificamos con ellos. La actividad mental y física da paso a la conciencia, que da la experiencia de continuidad y un yo coherente.

Básicamente el yo no es mas que un puñado de sensaciones mentales y físicas que se agrupan en determinadas condiciones. Pero posiblemente ahora te preguntas que si no hay un núcleo, un yo ¿quién dirige el cuerpo, el barco mediante el cual navegamos en la vida?.

Lo que lo dirige es el proceso de navegación en si mismo, la aparición desaparición y reaparición de los fenómenos. Volviendo a los términos marineros, no hay un timonel que navegue el barco porque el barco navega con la marea. La realidad como la conocemos (existencia condicionada, o samsara) se crea a sí misma en cada momento a través de una cadena de casualidad conocida como originación dependiente. Se suele representar como una rueda para indicar el ciclo de los factores conectados entre sí: ignorancia, karma, conciencia, fenómenos mentales y físicos, sentidos, contacto con los objetos, sentimiento, ansia, apego, llegar a ser, renacer, vejez y muerte. Todos estos elementos surgen a cada momento y producen lo que tenemos, incluyendo la personalidad o el ego.

Ahora, lector, posiblemente te dirás que la visión budista es que no existe el yo. La respuesta no es si existe o no el yo, sino el apego a la noción del yo perdurable, que es lo que provoca el sufrimiento. En Occidente nos identificamos con la idea de "mi" yo y todas las sensaciones, hábitos y deseos que forman parte de la identidad. Pero algo transitorio no puede dar una satisfacción duradera.


Y te preguntarás: ¿cómo dejo atrás el apego al yo?

Con la conciencia. Reflexionando sobre todas las maneras que tiene la mente de sostener la noción del yo. Examinemos todos los "quiero " y "necesito", los gustos y antipatías, los pensamientos y emociones que alimentan nuestro concepto de "yo mismo". Siendo consciente de la experiencia a medida que surge. Observando sin aferrarnos a ella y sin etiquetarla como "mía". A medida que se pierda el hábito de hablar de uno mismo, la conciencia se expandirá.